Ultra-izquierda tupamara

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¡Hasta la victoria siempre!

lunes, 15 de junio de 2009

Una de fantasmas, aparecidos y ánimas en pena.

Un fantasma...

Miro un rato de tele y descubro que no sólo estoy nombrado en mis modestos avisos, sino que aparezco con todas las letras en varias cosas de Larrañaga. Parece que el hombre es especialista en exterminar fantasmas y no hay pepe que se le resista.

Si quieren una manito, a las órdenes.

Puedo aparecer en sus avisos, poner cara de lobizón y hacerle “buuuuuuuu” a los que miran.
O si prefieren, puedo decir una síntesis de mi conocida propuesta para el Uruguay: quiero una sociedad de cazadores en taparrabos, sin secreto bancario y gobernada por un cacique demente, que haga huelga de hambre.
Así ahorrarían tiempo en publicidad, porque tendrían reunidas en una sola frase sus tres deformaciones favoritas de mi pensamiento.

Agarrar una frase suelta, no considerar los conceptos que la preceden ni los que la siguen, puede hacerle decir a quien sea cualquier disparate. Sobre todo si sos medio bocabierta, como yo, y estás siempre tratando de que la gente entienda asuntos relativamente complejos como:

1) la dependencia de la legislación interna de las presiones internacionales (secreto bancario);
2) la relatividad cultural de la felicidad humana (la tribu kung san); y
3) los pros y los contras de un estilo presidencial distante, versus los pros y los contras de un estilo de diálogo permanente con la ciudadanía, a través de palabras y gestos, aunque algunos sean medio teatrales (huelga de hambre).

Algunos colegas tienen en este terreno grandes ventajas, porque su tipo de comunicación hace imposible sacarlos de contexto: ¿cómo hacés para deformar una declaración que dice: “bla bla bla bla”? Agarres el pedazo que agarres, siempre es fiel a su pensamiento, siempre dice “bla”.

Un poco menos limpio, todavía, juegan unos muchachos de nuestra propia interna que me relajan sin nombrarme. Proponen “un presidente en serio” y un país que no esté “atado con alambre”. Esto me duele mucho más y no da para bromas.

Me gustaría saber quién les dio el carné de cultura universal y sabiduría infinita. Más que nada, me pregunto dónde aprendieron a despreciar de este modo la inteligencia de los demás.

Yo desafío a cualquier otro candidato a que compita conmigo a ver quién cometió más errores. Le doy ventaja y le gano igual.
Pero si no sos tonto o necio, los errores se transforman en aprendizajes profundos que te marcan para siempre. Así aprendí que la democracia es por lejos el mejor sistema que se ha inventado, así aprendí que no hay atajos al paraíso y así aprendí que la tolerancia no es una virtud de los débiles, sino todo lo contrario.

Cuando le erraste mucho, aprendés a desconfiar de tus certezas y a no avergonzarte de tener dudas. Y ahí es cuando pasás al frente, porque dejás de ser catedrático, te transformás en preguntón y quedás mejor vacunado para futuros errores. Ya lo dije en el Palacio: me gusta exponerme a la inteligencia ajena, a la cultura ajena, a la sabiduría ajena. Cuanto más ajena, mejor, cuanto menos coincide con mis pequeños saberes, mejor.

De saberlo todo, estoy recontra de vuelta y no se lo recomiendo a nadie: es malo hasta para la salud.
Esta es mi única y chiquita sabiduría.

domingo, 7 de junio de 2009

Ideologías eran las de antes.

¡Cómo se extrañan los viejos tiempos cuando entender la sociedad y el mundo parecía un boleto! Si tenías carné de izquierdista entonces la tenías fácil: ¡muera el imperio, arriba el Estado, abajo la empresa privada, gloria a los sindicatos! Pero ahora la cosa está brava y los papeles se te queman cuando el imperio pone a un negro de presidente, o cuando el Estado es pesado y haragán, o cuando la empresa es Botnia o cuando el sindicato es ADEOM.

Por lo que prefiero pensar el asunto en otros términos: izquierda y derecha; hoy y aquí, se corresponden bastante con generosidad y egoísmo. No estoy diciendo que yo sea generoso sino que busco una sociedad más generosa.
¿Te parece que soy un simplificador? Yo no, porque creo que hay bastante más carne en esta manera de definir las cosas que en ponerse a discutir cuánto estatismo necesitamos o cuánto hay que darle la razón a los sindicatos. Algunas sociedades han avanzado hacia la generosidad ampliando los espacios del Estado y apoyándose en los sindicatos, los suecos digamos. Y otras sociedades lo han conseguido agarrando a patadas el Estado que tenían y parándole el carro a los sindicatos, como Nueva Zelanda.

Ni qué hablar de la mezquindad y el privilegio, que han florecido tanto bajo banderas pardas como bajo banderas rojas.
El zurdómetro que yo uso es pragmático, no ideológico, porque sólo es sensible al dolor y a la alegría del bicho humano.
¿Es de izquierda darle la bienvenida con los brazos abiertos a las industrias multinacionales que operan con derivados de la madera? Preguntale a los miles de tipos que directa o indirectamente trabajan ahí. O preguntale a los de la impositiva que les cobran los impuestos. Y al revés ¿es de izquierda bancar por décadas a Pluna con el verso de la soberanía, mientras otras tareas urgentes del Estado se hacían a medias por falta de plata?

Para tomar las decisiones que de verdad tienen consecuencias sobre la vida de la gente, la ideología no te sirve casi para nada. Lo que te sirve es poner a tomar las decisiones a gente inteligente y de buena fe. Y si hay que elegir, yo me quedo con los de buena fe, porque lo que hay que hacer no es demasiado misterioso y hay muchas vidrieras en el mundo en las que fijarse. En cambio la buena fe en los elencos de gobierno uruguayos ha sido la gran ausente durante décadas. No es que fueran burros, es que estaban ocupados en cuidar los intereses personales, familiares y de los amigos. Y más que nada estaban dispuestos a pasar años tranquilos en sillas calentitas, sin pelearse con ninguno de los intereses creados: Dale el gusto hoy a estos y aquellos, reventá los recursos y endeudate mucho, total que se hagan cargo los que vienen después.

El Frente Amplio fue el gran disidente de este modo de encarar la política. Su gente no se había acercado a los partidos para hacer la plancha sino para cambiar el mundo. Muchos descubrieron que la realidad era bastante más dura de pelar que lo que habían pensado, pero ahí están, mejorando las cosas cada día un poquito, tozudamente.
Por eso el Frente Amplio nunca ha sido más frenteamplista que en esta etapa en la que es gobierno. Porque su esencia es la honesta vocación de servicio y es eso lo que está desplegando a rolete.

lunes, 1 de junio de 2009

¡Más populista será tu abuela!

Tu abuela...
Parece que una nueva y terrible amenaza se cierne sobre Uruguay: se llama José Mujica y es portador de un virus tenebroso, el “populismo”.

No exagero; lean los diarios y se van a encontrar con el resumen de la teoría formulada por el economista Talvi, del instituto CERES. Se van a enterar de que en nuestro pobre país hay un tercio de la población que por falta de educación no sirve para nada, sólo aspira a que el Estado les dé todo y por definición votan a quien tiene pinta de ser bueno para hacer llover dinero público sobre sus cabezas.

Un saltito más en la teoría y nos enteramos de que esa manga de inútiles reconocen a sus líderes por lo mal que se visten, lo toscos que son para hablar y la falta de alfombras en sus viviendas.

No nombraron a nadie, faltaba más. Probablemente se referían a Ignacio de Posadas o a Pedro Bordaberry.

Pero como yo tengo manía de persecución y además me gusta hacerme la víctima, se me ha metido en la cabeza que se referían a mí. Por lo que me apuro en contestarle, al economista Talvi, que más populista será su abuela.

Estoy enterado de que en el mundo del análisis político se usa la palabra “populismo” en más de un sentido y que en algún contexto puede considerarse hasta un elogio.

No es a esa versión a la que se refirió Talvi ni menos los diarios.

Dijeron “populismo” en el sentido de todos los días, el que está asociado a políticos más bien baratos, que consiguen votos prometiéndole el paraíso a los pobres y, una vez en el poder, usan al Estado para regalarles un tiempito de prosperidad mentirosa, hasta que todo revienta. Antes, durante y después, ellos viven como bacanes.

A mí que me revisen.

Ese “populismo” es frívolo, cortoplacista y orientado al poder por el poder mismo: le importa un comino el destino de la gente. Nosotros no hacemos más que aburrir repitiendo que el camino que vale la pena es largo y lento de recorrer, que hay que estudiar y que hay que laburar a cara de perro.

¡Dónde vieron estos tipos a un populista que se queje de que en su país se labura poco! ¡Mire que resulté chambón para demagogo!

Que se quede tranquilo Talvi y los periodistas que lo amplifican: estamos bien vacunados contra ese “populismo”. En todo caso busquen entre los blancos y colorados que andan prometiendo peces de colores por todos lados. Tienen larga experiencia en eso de engañar a los pobres prometiéndoles favores personales.

Hay un libro algo viejo de Germán Rama, llamado “El club político”, donde explica con lujo de detalles cómo la red de clubes blancos y colorados opera como un verdadero sistema de ventanillas dedicadas a comprarle votos a los desgraciados, a cambio de la ilusión de un empleo o una jubilación.

Dije bien, dije Germán Rama, el sociólogo de la reforma educativa.

Nosotros no usamos a los pobres. Si los expresamos políticamente, es porque sienten que nos importan y vamos a hacer todo lo posible, de buena fe, para que mejoren. Tal como sucedió en Brasil con Lula.

Populista, nada. Pero que tampoco crean que nos van a correr agitando la palabrita y que vamos a renunciar a empujar en dirección a una sociedad solidaria.

Para ser sincero, creo que esto, y no el “populismo”, es lo que de verdad los preocupa.