Todo el mundo sabe cuánto me importa la barra. Cuánto valoro esos círculos concéntricos de entrañables compañeros con los que llevamos tantos años luchando juntos y soñando juntos. Ellos me han estimulado y han bancado hasta nuestras quijotadas y locuras. Tengo mucho que agradecerles: me han dado razones para seguir viviendo y para seguir luchando.
Pero ahora digo muy formalmente: a la vieja barra y a la barra chica un abrazo, un saludo y una despedida. Ahora mi barra es todo el Frente Amplio.
Todo, todito, de una punta a la otra. En la barra quiero a Danilo y a Marcos, que tienen los dos mucho para enseñarme. Y, bueno fuera, a Tabaré, maestro de maestros al que no vamos a dejar que se haga el jubilado y se vaya a pescar. Vamos a volverlo loco, pidiéndole consejo y opinión.
Mi partido, el Frente Amplio, va a ser la barra, en esta nueva etapa que empiezo. Una barra mucho más ancha y mucho más heterogénea que la anterior, como corresponde cuando se pretende gobernar un país donde hacen su vida gente de tantos pelos y colores y oficios y virtudes y defectos, diferentes.
No sólo los países necesitan a los partidos políticos. Los hombres y mujeres necesitamos rodearnos de los partidos. Porque tienen la función de acotar el plano de nuestras peligrosas y humanas deformaciones. Porque son el pacto colectivo que tiene la fuerza para ponernos en vereda cuando nos desviamos.
Pero ahora digo muy formalmente: a la vieja barra y a la barra chica un abrazo, un saludo y una despedida. Ahora mi barra es todo el Frente Amplio.
Todo, todito, de una punta a la otra. En la barra quiero a Danilo y a Marcos, que tienen los dos mucho para enseñarme. Y, bueno fuera, a Tabaré, maestro de maestros al que no vamos a dejar que se haga el jubilado y se vaya a pescar. Vamos a volverlo loco, pidiéndole consejo y opinión.
Mi partido, el Frente Amplio, va a ser la barra, en esta nueva etapa que empiezo. Una barra mucho más ancha y mucho más heterogénea que la anterior, como corresponde cuando se pretende gobernar un país donde hacen su vida gente de tantos pelos y colores y oficios y virtudes y defectos, diferentes.
No sólo los países necesitan a los partidos políticos. Los hombres y mujeres necesitamos rodearnos de los partidos. Porque tienen la función de acotar el plano de nuestras peligrosas y humanas deformaciones. Porque son el pacto colectivo que tiene la fuerza para ponernos en vereda cuando nos desviamos.
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